Miro el celular, son las 10 y media. El día está lindo así que empiezo a planificar qué hacer.
Quedarme en casa mirando el techo no está dentro de las opciones disponibles, así que elijo ir al Eco Parque Aventura.
Andrea me había comentado que este lugar estaba muy bueno y que podías tirarte por tirolesa y hacer rapel vertical.
Pero llamo al celular de contacto y me dice que el número está desactivado; al no tener internet no puedo averiguar mucho más.
| Estoy en Playa Grande y tengo que ir hasta el kilómetro 93.800 de la ruta ínterbalnearia. La mejor ruta que se me ocurre es la que bordea el cerro, así que hacia allá voy. Paso por La Cascada, y veo la iglesia nunca acabada de Piria. Siempre me llamó la atención está construcción. Realmente es preciosa y es raro ver que ahora funciona como un depósito de leña. |
A los pocos metros hay un castillo en miniatura y un montón de padres dejando a sus hijos allí. Parece ser un jardín de infantes y esto me hace acordar que no saqué de la lavadora la malla de Juli y hoy tenía club. Veo el cerro ahí no más, pero pasan los metros y siempre parece estar a la misma distancia. ¿En qué estaba pensando cuando agarré la bici? ¡Esto está muy lejos! Estoy toda transpirada; la ruta no para de tener subidas y mis piernas empiezan a preguntarse qué está ocurriendo. Paso el Castillo de Piria y la reserva de flora y fauna del cerro. Y después de una subida que parece inacabable, la recompensa: veo la interbalnearia y una bajada espectacular. No doy más pedal y me pongo de la forma más aerodinámica que puedo para tomar mayor velocidad. ¡Qué placer! |
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| No tengo idea a qué altura me encuentro de la ruta, pero se supone que el parque está para el lado del cerro así que doblo a la izquierda.
Aparece el cartel: estoy en el kilómetro 96. Mientras avanzo, me doy cuenta que no recuerdo haber andado en bici por la ruta anteriormente. Es una sensación extraña: los autos y camiones pasan como tejo y estos últimos con el vientito que generan me desestabilizan la chiva. |
Lo que se mantiene sin embargo son las subidas y bajadas. Y por muy filosófico que parezca me hacen pensar en vivir el momento ya que mi mente no disfruta de la bajada empinada sabiendo que a la vuelta será un repecho insufrible.
Allí está, el Eco Parque Aventura, y como era previsible se encuentra cerrado. La verdad es que no me sorprendo en lo más mínimo: un viernes fuera de temporada no parece ser el mejor día para estar abierto. Pienso entonces que para tirolesa me tendré que conformar de momento con la escena de Divergente y le mando un MMS a Andrea con la foto que confirma que hoy no tendré turismo aventura. |
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¿Vuelvo por donde vine? I don't think so... Pienso en todos los repechos que me esperarían y decido ir hacia la izquierda. Puedo ir hasta la Sierra de las Ánimas que está en el km 86 para evaluar si es muy lejos o no para repetir el periplo mañana. No sé que me pasa hoy, pero creo que estoy subestimando las distancias. Km 93, km 92, km 91, km 90... tengo hambre... Km 89, km 88, tengo sed, km 87... ¡Km 86! |
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| Dejo la bici a un lado del portón de acceso (hoy está cerrado) y me siento en el pastito a reponer energías. Como una banana y tomo agua. Estoy cansada, y ya no me parece tan divertida la idea de mi mini "Vuelta Ciclista". Pero tampoco tengo otra opción, así que a pedalear se ha dicho. |
| Voy hasta la entrada a Las Flores y encaro hacia el mar, que se encuentra a varios kilómetros de distancia aún. Este recorrido me es familiar ya que es el que hago siempre en auto. Es increíble pero ahora que voy en cámara lenta aprecio un montón de cosas que en auto me pasan inadvertidas. |
Veo una placita y a varios niños en túnica jugando alrededor. También observo que algunos están con sus XOs. Mi cerebro tarda 50 metros en entablar la relación, y cuando me percato de la situación me vuelvo sobre mis pasos y me siento a "descansar" en un banquito. En realidad lo que hago es colgarme de la Wi-Fi de la escuela. Y los niños que no son ningunos tontos se encargan de dejarlo bien claro y decirlo a los cuatro vientos y a los gritos... "¡Nos está robando la Wi-Fi!". |
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| Me conecto por reflejo. Pero cuando pienso para qué, no encuentro una razón. Ningún mail o estado de Facebook que deba revisar; tampoco tengo intenciones de chatear con nadie que se encuentre online. Así que me desconecto enseguida. |
Mi cola se niega rotundamente a sentarse en el asiento duro de la bici y pedaleo parada varios metros.
Me cruzo con una gallineta que se pierde rápidamente entre los arbustos. Y me sonrio al recordar que ese fue mi sobrenombre en el primer viaje que hice por tenis cuando tenía 12 años... "Guillenea... Guillenea... Gallineta".
No era un juicio de valor, no tenía significados ocultos... Simplemente sonaba "parecido" y salí favorecida con el plumífero. Por suerte la gracia no perduró en el tiempo así que ese recuerdo estaba tapado de varias capas de polvo.
Vuelvo de golpe a la realidad: más adelante veo una serie de plumitas volando y compruebo que una prima de mi amiguita no contó con tanta suerte y yace inerte sobre la ruta. Pobrecita...
No sé si es el cansancio que tengo arriba, pero este hecho dispara en mi pensamientos demasiados profundos y un poco delirantes: ¿habrá sentido miedo?, ¿tendrá una familia que espera su regreso?, ¿hay un cielo donde las gallinetas corren felices por los campos?
Lo que no hay duda es de que me divierto barato.
Sigo pedaleando; el castillo Pittamiglio me da la excusa perfecta para descansar otro poco mientras saco algunas fotos. Me encantaría quedarme un rato pero a la vez no quiero seguir haciendo paradas porque lo único que logro es retrasar mi llegada, así que 5 minutos después emprendo la retirada. Finalmente llego a la rambla y giro a la siniestra para encarar el último tramo que me devuelva a mi hogar. |
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| Tengo mucho dolor en las piernas y el ácido láctico a esta altura ya lo siento hasta en la garganta.
Cada pedaleo va acompañado de un "auch"; realmente estoy dolorida. No sé si es por haber estado leyendo a Dan Brown o qué, pero me hago acordar a Silas autoflagelándose para purgar sus pecados. Luego de 4 horas de tracción a sangre y habiendo recorrido 31 kilómetros, llego a casa. |
Lo único que me alivia el dolor es caminar, así que doy vueltas hasta que eventualmente voy mejorando.
Mientras camino voy merendando unos cereales con yoghurt; la banana ya la tengo en los talones.
Me doy un baño y el agua calentita hace que me relaje y que todo se vea mejor.
Aprovecho a recostarme unos minutos: Robert Langdon escapa de una muerte segura por vigésima novena vez y Katy Perry me canta canciones que no conocía.
Hace frío y la noche ya está instalada. Me veo tentada a ponerme el pijama y sucucharme hasta mañana, pero no tengo cena. Así que me abrigo todo lo que puedo y voy al almacén.
Primero me focalizo en tener los víveres para el desayuno y para mi escapada a la Sierra. Luego repito menú y vuelvo a elegir pizza con aceitunas para la cena.
En el almacén me cruzo con una mujer y su hija (de unos 12 años). Aunque no hayan dicho palabra se ve claramente que son extranjeras.
Están vestidas como si estuviéramos en una noche fría de Enero; yo tengo varias capas de abrigo y no entiendo cómo pueden estar de crocs y sin medias.
¿Habrán pensado que Uruguay es un país tropical? Y como si fuera poco la niña que está de manga corta se encuentra frente al freezer eligiendo un helado.
Confirmo lo obvio cuando comienza un diálogo en inglés en el cual la pequeña consulta la sabiduría maternal con una pregunta complicada: ¿Vainilla y crema son lo mismo?
Yo creo que bajo estas circunstancias si, pero me deja pensando en que la crema no tiene necesariamente sabor a vainilla y que definitivamente no son sinónimos.
No importa... ahora la niña le dice a la cajera que mejor lo cambia por uno de "Cocholate". Ja... Ya veo que Juli no es la única que dice "Cocholatitos".
Parecen apuradas, así que les cedo mi lugar y desaparecen rápidamente de mi vista. ¿Qué habrán venido a hacer a Playa Grande en pleno Mayo? Hablo como si yo tuviera idea de qué hago aquí.
Con estos pensamientos dando vueltas en mi cabeza llego a casa y me apronto para cenar. Unos minutos después me acuesto y ni siquiera prendo la tele; tengo que reponer energías, mañana me espera gran jornada de trekking.
Así que luego de poner el despertador me sumerjo abajo del acolchado (esperando entrar en calor) y me quedo arrolladita en posición fetal... tratando de soñar con los angelitos.
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